El noroeste argentino se siente






Cada rincón, cada capilla que brota de la montaña, cada historia de vida, el cielo limpio pero estrellado en las noches jujeñas.
Todo maravilla. 
Sin duda Purmamarca conmueve. Detenida en el tiempo. El Cerro de los Siete Colores es la joya del lugar. 
La iglesia de Santa Rosa de Lima construida en 1648, ranchos de adobe, el algarrobo de más de 600 años que dio sombra al Ejército del Norte bajo el mando de Manuel Belgrano, el cabildo colonial, la feria de artesanos y sus tejidos de lana de llama y tinturas naturales, broches de alpaca, niños collas que mientras corretean y juegan ofrecen vasijas de barro al visitante, mujeres con telares gigantes que saben sentir en sus entrañas manos cansadas.


Desde Salta hacia Jujuy

La mejor época es abril porque las lluvias de verano se fueron y la vegetación está más verde que nunca. El calor no agobia. Los días son cálidos y perfectos para pasear.
A medida que nos alejamos todo se vuelve más árido. Aparecen los primeros cardones y los cerros se visten de diferentes matices. La puna es áspera y seca.
La Quebrada de Humahuaca se extiende 170 kilómetros por un valle angosto donde corre el Río Grande.
La Paleta del Pintor en Maimará, Tilcara, a 2.400 metros de altura, es uno de los paisajes más alucinantes. ¡Es un cuadro que la naturaleza nos regala!
Paredes de montañas con hilos de agua que caen formando surcos, pequeños cementerios con flores y ofrendas para “las almitas queridas”, cardos que parecen figuras humanas, una que otra casa de barro como extensiones del lugar, pastores.
Llegamos a Purmamarca (ya hablamos de ese tesoro) y después de almorzar la típica humita en chala y exquisitas empanadas con papa, dejamos atrás la Plaza 9 de Julio para retomar la ruta y recorrer casi dos horas con destino a las Salinas Grandes, a 4000 metros de altura (salar limítrofe de las provincias de Salta y Jujuy, accediendo a través de la Ruta Nacional 52, se extienden sobre el departamento jujeño de Tumbaya y en el salteño de La Poma).
Encandila. La vista se pierde en el horizonte, en la inmensa planicie de sal. A lo lejos, burros salvajes nos observan.
Es tarde. Hay que volver a Salta.
El último tramo lo hicimos por el camino de las yungas, espesa selva de montaña. La vegetación nos traga. De cornisa, sinuoso, angosto, con túneles de ramas que se entremezclan y que apenas nos dejan pasar.

De Salta a Cafayate
El Valle de Lerma es fructífero.
Plantaciones y secaderos de tabaco, cultivos de maíz y soja.
Estancias que en algún momento fueron hogar para peones y familias. No cualquiera domina el monte. Ellos sí. Como los gauchos que protegidos por guardamontes de cuero hicieron guerra de guerrillas gracias al conocimiento del terreno impenetrable.
La reserva natural Quebrada de las Conchas, dentro de los Valles Calchaquíes, aparece como un paisaje lunar.
El Anfiteatro y La Garganta del Diablo son formaciones rocosas y rojizas que dejan sin aire. Por la quebrada y dentro de la reserva corre el Río de Las Conchas donde se encuentra la traza de la Ruta Nacional 68 que une la localidad de Cafayate con la de Salta.
Llegando a Cafayate se ven los primeros viñedos y bodegas.
Un cartel en la entrada del pueblo anuncia la ruta del vino. Es bien de provincia: su catedral, el Museo Arqueológico, el Museo de la Vid y la pintoresca feria que rodea la plaza.
Volviendo a la ciudad de Salta una llovizna pinta los cerros de nuevos colores. Antes, con la luz del sol, terracota. Ahora, cayendo el atardecer, más variados y pálidos.

Salta ciudad
La ciudad es conocida por su arquitectura colonial española. Fundada en 1582, se centra en la Plaza 9 de Julio, abrazada por el Cabildo, la Catedral, el Museo de Arqueología de Alta Montaña y cafés.
A unas pocas cuadras se encuentra el interactivo Museo Güemes: paso obligado para entender lo que tantas veces leímos en manuales escolares.
La casa de Martín Miguel de Güemes y su familia nos sumerge en la historia de nuestro prócer que, como bien escribió el periodista e investigador Martín Miguel Güemes Arruabarrena, luchó correspondiendo a los ideales y objetivos de la guerra gaucha en la soledad de la misión y la fuerza de la gloria.






 





Comentarios

  1. Poético blog, te animo a continuar. Saludos.

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  2. Imperdible tus descripciones, lo certero de la poesía, de la imagen, invitan a conocer los paisaje,GRACIAS!

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Así siente la quebrada
    El hombre y su paisaje. Sin lugar a dudas se siente en sus ríos cantarines, las quenas del lugareño, cuyo sonido traslada a la montaña con su eco. Usado por Belgrano (ese gran protagonista: el eco) desde la más lejana capilla. Las campanas le avisaban: "ya está aquí el ejército realista... Atención! Cuídense... Vengan a ayudarnos..."
    Supieron hablar cuando fue necesario, esos cerros maravillosos que nos regalan sus coloridos, a nuestro pasar hablan por sí solos: magia del sol y de la noche. Con la música de las quenas que nos dicen "somos el alma de la puna".
    Por Gabriela Lemos

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